UN PEDACITO DE MI VIDA CON LAS SEMILLAS DE MI FUTURO
Con el tiempo me fui dando cuenta de que todo eso me marcó más de lo que imaginaba. Por eso desde hace años tengo claro que quiero estar en el Ejército. No es por las películas ni por jugar a la guerra. Es porque me gusta la idea de tener una meta firme, disciplina, algo que me exija ser mejor. En cinco años me imagino entrenando, cumpliendo, levantándome temprano sin quejarme. Y si en diez años estoy en un buen cargo, uno que de verdad me gane, voy a sentir que todo valió la pena. Si ese camino no se da, también me llama la tierra: sembrar, trabajar, ver crecer algo que depende de uno.
Mis metas antes de los treinta no son raras ni exageradas. Quiero estabilidad, tranquilidad, un trabajo que me permita vivir bien y ayudar a mis papás sin obligación, sino porque quiero hacerlo. También sueño con viajar, conocer lugares nuevos y algún día tener mi propia familia, pero una donde la calma sea lo normal. Mi historia no es perfecta, tampoco es trágica. Es simplemente la de alguien que viene de dos mundos distintos, que aprendió de lo bueno y de lo difícil, y que hoy camina hacia adelante con los pies en la tierra.

